Dos años de Covid-19 en México.

Feb 25, 2022

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Imagínate estar en 5º, se cancelan las clases por 15 días,

en realidad, fueron 2 años y de repente pum estás en 1º de secundaria.

Regina, 12 años.



 

El 27 de febrero de 2020 se confirmó el primer caso por infección del nuevo coronavirus en México. Lo que antes parecía una amenaza lejana se acercaba cada vez más al enterarnos a principios del mes, que un turista de origen chino había viajado a México y luego a los Estados Unidos donde le fue detectada la nueva enfermedad y estuvo con síntomas durante todo su periplo. La OMS hablaba de una inminente pandemia.

 

EL 28 de febrero, las autoridades de la Secretaría de Salud de nuestro país hicieron oficial la información acerca de un joven de 35 años que había estado en Italia y por las imágenes televisivas nos enterábamos de que en aquel país la epidemia había azotado en forma terrible, al igual que en la Edad Media cuando la Peste Negra entró por Venecia. El 18 de marzo de 2020 se registró la primera defunción en México por causa del coronavirus.

 

Aquel joven viajero, fue hospitalizado en el Instituto de Enfermedades Respiratorias y se informaba a la población que padecía síntomas leves, como un resfriado; incluso se afirmaba que por sus condiciones de salud y juventud se reducían sus riesgos. Ese también fue el inicio de la incertidumbre en la información. Todas las verdades se vulneraron y toda la información era insuficiente. Por cierto, que aquel primer caso, sobrevivió.

 

En lo sucesivo, comenzaron a reportarse los casos en diferentes estados de la república y siguieron los procedimientos de vigilancia epidemiológica que hoy sabemos, se crearon o improvisaron en aquel momento. Era una lucha contra en tiempo porque este virus cuyo nombre iba cobrando forma, hasta convertirse en Covid-19, era muy volátil. Decían las autoridades sanitarias que el virus se podía contener, pero no mitigar. Así se decretó la primera medida en contra de su propagación: el confinamiento obligatorio y a partir del 23 de marzo de 2020 se estableció la Jornada Nacional de Sana Distancia que se impuso por unas semanas, pero duraría meses.

 

Con el lema mediático “Quédate en casa” se preveía que la reducción de movilidad, junto con determinadas medidas de higiene, el lavado de manos y el uso de cubre bocas que se ha convertido en parte de nuestro atuendo permanente, así cómo la detección oportuna de síntomas para atender los casos que requerían atención médica, se decía que eran suficientes medidas de control de la enfermedad.

 

Después se añadieron otros protocolos. El 1º de abril se declaró la emergencia sanitaria y se determinaron las actividades económicas que se consideraron esenciales que se aplicarían cuatro meses después del confinamiento total; a eso se le llamó “La Nueva Normalidad”. Muchas personas se adaptaron a sistema de trabajo “híbrido” y la modalidad de adaptar la oficina en casa. La enfermedad se definió en fases desde el primer contagio hasta la nueva etapa, lo mismo que la aplicación de un “semáforo epidemiológico” que indicaría la apertura gradual de las actividades económicas y sociales según la incidencia de los contagios.

 

Hoy sabemos y tal vez pasará mucho tiempo antes de evaluar el verdadero impacto económico que representó para muchas personas la pandemia. Hubo mucha gente que no pudo confinarse y fue común escuchar una frase contundente: “o me muero de Covid o me muero de hambre”. Se dice que la pandemia evidenció las profundas desigualdades sociales de nuestro país.

 

La asistencia médica entró en crisis, ante el desconocimiento de la enfermedad, la falta de recursos y equipo de seguridad, los contagios masivos alcanzaron al personal sanitario, de limpieza y de servicios funerarios. Estos sucesos fueron la misma realidad en todos los países. La violencia en contra de las mujeres y de las familias al interior de los hogares creció de manera alarmante, en gran medida debido al confinamiento. Incluso se presentaron injustas agresiones hacía médicos y enfermeras por considerarlos focos de contagio.

 

Los hospitales estuvieron saturados de pacientes, los funerales se cancelaron, las familias se aislaron y los estudiantes sacrificaron sus actividades sociales e ingresaron a la educación virtual de forma integral, otros muchos tuvieron este acceso por falta de recursos tecnológicos y los preescolares llevan dos años sin saber lo que es el “recreo”. A las anteriores aspiraciones profesionales de la juventud: ser astronauta o médico, en tiempos de la pandemia, se añadieron las de ser “youtuber”, vendedor por internet y tal vez, empresario de una farmacéutica.

 

Después de dos años de pandemia, aún no podemos decir cuando se terminará, según los expertos, Covid-19 se convertirá en una enfermedad endémica, es decir, que llegó para quedarse, hasta que la población logre ser inmune a ella. La actitud del gobierno en respuesta y acciones sobre la enfermedad ha sido cuestionada. En un tiempo donde la información es accesible por diversos medios, las personas hacen sus propias investigaciones para mantenerse al día, se dice que hay una epidemia paralela llamada “infodemia”, debido a la cuestionable información oficial o la que carece de sustento y que se publica a diario.

 

La salud mental emergió como un tema relevante, desprovisto de tabúes, ha sido reconocido por muchas personas y ahora se sabe que es de atención prioritaria. El miedo, la soledad, la ansiedad, la tristeza, la depresión son expresiones que vivimos por consecuencia de la pandemia.  Así también hay asistencia y ayuda para nuestro bienestar en forma más extendida y por diversos medios. Ha habido un especial acercamiento a la espiritualidad, a las prácticas de meditación y relajamiento para mantener la paz interior.

 

Una de las cosas que más esperanza ha dado a la población es la aplicación de las vacunas. El proceso de vacunación comenzó en diciembre de 2020 y se dio prioridad al personal médico. Si bien en nuestro país, el programa de vacunación gratuito es muy eficiente en general y digno de reconocerse. Surge también la duda de si esto reducirá los contagios y hay un sector de la población que evita el llamado “biológico” por no saber a ciencia cierta que lo conforma. Tal como decía el presidente de China desde la aparición de Covid-19 en diciembre de 2019, “el mundo nunca volverá a ser como antes”.

 

Algunas personas con cierta intuición prefieren inspirar a otras sobre las profundas causas que ocasionaron un suceso tan importante. La Covid-19 ha traído una apertura de conciencia sobre los problemas sociales, no es casualidad que poco antes del confinamiento se hayan realizado grandes manifestaciones de mujeres a través del movimiento 8M en contra de la violencia de género, lo mismo que las campañas en apoyo a la igualdad de derechos de las minorías, en contra de la segregación y el respeto a la diversidad humana.

 

Se habla de que el confinamiento ha cuestionado la importancia del dinero, el poder, las posesiones en busca de una repartición más justa del trabajo y el acceso a las oportunidades. Ha surgido la atención y gratitud hacia las personas necesitadas, al personal médico siempre en pie de lucha, a los trabajadores de las funerarias y a quienes han pasado por duelos, así ha surgido la compasión y el amor al prójimo.

 

Las personas que se han enfocado es los temas de la espiritualidad en estos dos años, afirman que la pandemia es uno de los grandes cambios cíclicos de la humanidad, porque era necesaria la renovación del planeta Tierra al que se ha agredido en forma inmoderada, al transgredir leyes fundamentales y universales.

 

El dolor que ha prevalecido nos debe llevar a buscar respuestas y soluciones con base en el respeto y el amor. Al cabo de estos dos años para honrar y preservar el amor a todos esos seres queridos que han fallecido durante esta pandemia debemos encontrar un aprendizaje en todo esto. Se dice que nadie vive la experiencia que no necesita vivir y lo que experimentamos nos lleva siempre a una enseñanza.

 

En Memorial San Ángel creemos que el aprendizaje es individual y es lo que cada quien necesita para despertar a una nueva etapa. Aprender la aceptación de lo que no podemos cambiar, la fortaleza, la paciencia ante el confinamiento y emprender la generosidad y la compasión para aquellas personas que han sufrido.

 

Esta enfermedad mortal nos ha igualado, después de dos años, nadie parece exentarse de contraerla cualquiera que sea su condición o características. Más que nunca hay que encontrar en nuestro interior la energía para emprender un camino de positiva transformación personal. Muy pronto realizaremos un homenaje de despedida para todos nuestros seres queridos que partieron durante esta pandemia, así te recordamos que estamos contigo hasta el final.


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