Raíces históricas de los rituales funerarios ecológicos


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“La naturaleza es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.”
Blaise Pascal
La popularidad del funeral ecológico —también llamado entierro natural o funeral verde— crece a medida que las familias buscan honrar a sus muertos sin dañar el planeta. Sin embargo, la idea de “devolver el cuerpo a la naturaleza” no es novedosa: proviene de una larga tradición de prácticas mortuorias que reconocen la fertilidad de la tierra, el poder purificador del aire y la continuidad de los ciclos vitales.
Prehistoria: los primeros homenajes florales
Neandertales y la cueva de Shanidar
En Shanidar, Irak, restos de polen de flores silvestres aparecieron junto al esqueleto “Shanidar 4”, fechado hace unos 60 000 años. La hipótesis, todavía debatida, es que los Neandertales colocaban ramos sobre el cuerpo para perfumar la tumba y quizá para aliviar simbólicamente sus dolencias.
Flores en el cementerio de Raqefet
Investigaciones israelíes hallaron impresiones de tallos y pétalos sobre suelos funerarios de 12 000 años de antigüedad en la cueva de Raqefet. Los difuntos fueron depositados sobre lechos de plantas aromáticas como salvia y menta, evidencia temprana de la unión entre memoria y botánica.
Antigüedad: naturaleza sagrada en grandes civilizaciones
Egipto: momias y aceites vegetales
Aunque la momificación empleaba natrón, el cuerpo se rellenaba con lino y hierbas secas, mientras resinas vegetales sellaban la piel para evitar productos químicos ajenos al entorno. Las vendas de algodón y la ausencia de metales pesados diferenciaban este proceso de los embalsamados modernos.
Grecia y Roma: urnas cerámicas y piras austeras
En la Grecia clásica era habitual cremar al difunto sobre maderos locales y depositar las cenizas en ánforas de arcilla —un material biodegradable— enterradas sin mausoleos ostentosos. Esta moderación ecológica respondía a la noción de eusebia (deber cívico), que evitaba derroches de recursos.
Mesoamérica: flores de cempasúchil y caminos de luz
Los pueblos nahuas y mayas usaban la flor de cempasúchil (Tagetes erecta) para guiar a las almas por su color intenso y aroma cítrico. Referencias prehispánicas describen su uso en ceremonias mortuorias mucho antes del actual Día de Muertos.
Culturas indígenas: devolver el cuerpo a los elementos
- Sky burial tibetano: En el budismo vajrayāna, el cuerpo se ofrece a los buitresen las montañas del Tíbet. Esta práctica milenaria, llamada jhator, simboliza la generosidad final y evita talar árboles para ataúdes, reduciendo la huella ambiental.
- Sepulcros arbóreos de Australia: Entre comunidades aborígenes, el cadáver se pintaba con ocre y se colocaba sobre plataformas en la copa de los árboles; al descomponerse, los huesos se enterraban junto a las raíces, cerrando el ciclo de nutrientes.
- Altares forestales en México: Diversos grupos mesoamericanos situaban tumbas en bosques, acompañadas de madera de copal e inciensos naturales que integraban el aroma de la tierra al ritual.
Europa contemporánea: el renacer del entierro natural
Las epidemias impulsaron cementerios ventilados, alejados de las urbes y con fosas menos profundas para acelerar la descomposición. Este movimiento sentó las bases de los “cementerios-jardín”. El Woodland Burial de Carlisle, Reino Unido, inauguró un modelo sin lápidas (1993) donde los deudos plantan árboles nativos. Se prohibieron adornos plásticos y féretros barnizados; hoy existen más de 250 sitios similares en el país.
Los
rituales ecológicos no son una moda reciente; emergen de milenios de relación respetuosa entre las culturas y su entorno. Recuperar esa herencia —desde la flor que guía a los muertos hasta el árbol que crece sobre sus restos— nos permite despedir con dignidad y, al mismo tiempo, regenerar la vida.
En
Memorial San Ángel acompañamos este tránsito ofreciendo urnas biodegradables de sal y de arena, diseñadas para disolverse suavemente en el agua o reintegrarse a la tierra, símbolo de un retorno armonioso y consciente.