Cómo las criaturas literarias representan la lucha interna con la muerte y la pérdida

Envato.com
"Nada es tan doloroso para la mente humana como un gran cambio repentino."
— Frankenstein, Mary Shelley
Cuando pensamos en Drácula, Frankenstein o en Dr. Jekyll y Mr. Hyde, solemos imaginar colmillos, laboratorios y pociones. Sin embargo, detrás de esas imágenes hay algo más profundo. Son historias sobre el miedo a morir, el dolor de perder y la angustia de enfrentar aquello que no controlamos.
La literatura gótica convirtió esos miedos en criaturas. Vampiros, monstruos y dobles oscuros funcionan como espejos de nuestras emociones más difíciles. Al leerlos, no solo buscamos sustos, también buscamos un lenguaje simbólico para hablar de duelo, culpa, miedo y esperanza.
La muerte y el duelo en la tradición gótica
Desde el siglo XIX, la literatura gótica ha sido un espacio para explorar la muerte, el dolor y la melancolía social. Críticos contemporáneos señalan que el género ha servido como un “lienzo” para representar el impacto del duelo en personas y comunidades: personajes atormentados, casas en ruinas y atmósferas oscuras expresan dolores que a veces no pueden ponerse en palabras.
En estas historias, la muerte casi nunca es un simple final biológico. Es una experiencia emocional compleja: pérdida de identidad, crisis de fe, culpa, rabia o deseo de venganza. Por eso, muchos estudiosos afirman que el horror gótico nos ayuda a mirar de frente lo que la cultura suele intentar ocultar: la finitud y el sufrimiento.
En la época victoriana, estos temas se vivían también en los rituales sociales. El luto, la ropa negra y las normas para “guardar duelo” eran formas visibles de expresar el dolor por la pérdida, especialmente entre las viudas. Las novelas góticas dialogan con ese contexto, ofreciendo un escenario simbólico donde la muerte se vuelve personaje, amenaza y, a veces, maestra.
Hoy, aunque cambian los rituales, la necesidad de darle sentido a la muerte sigue ahí. Por eso, estas criaturas literarias continúan hablándonos: sus conflictos se parecen a los nuestros cuando atravesamos una pérdida real.
Drácula: la sed de inmortalidad y el miedo a la pérdida
En Drácula, de Bram Stoker, el tema de la vida, la muerte y lo “no muerto” es central. Críticos literarios muestran cómo la novela explora la frontera entre la vida y la muerte a través del vampiro, que parece haber vencido a la muerte, pero queda atrapado en una existencia incompleta. Drácula no muere, pero tampoco vive: es una metáfora del deseo humano de escapar a la finitud, aunque eso traiga consecuencias terribles.
La inmortalidad del vampiro no aparece como un regalo, sino como una condena. Necesita sangre para seguir existiendo, destruye familias, invade hogares, transforma a los seres amados en algo irreconocible. Este motivo conecta con un miedo que acompaña muchos duelos: no solo perder a quienes amamos, sino verlos “cambiar” por la enfermedad, la demencia o el sufrimiento, hasta parecer otros.
La novela también muestra cómo los personajes vivos se enfrentan a la pérdida. Lucy, convertida en vampira, encarna el dolor de ver a un ser querido transformado en “monstruo” y la difícil decisión de dejarlo ir. Para salvar su alma, sus amigos deben aceptar darle una muerte definitiva. Algunos estudios críticos interpretan esta escena como una reflexión sobre el amor que aprende a soltar, aun cuando duela profundamente.
Leído desde el duelo, Drácula puede verse como la historia de un grupo que se niega a dejar que la muerte no tenga sentido. Organizan rituales, investigan, rezan, se sostienen mutuamente. Ante la amenaza del vampiro, responden con comunidad, fe y conocimiento. En medio del horror, hay también un mensaje esperanzador: frente a la pérdida, no estamos llamados a enfrentarlo todo en soledad.
Frankenstein: duelo, culpa y el dolor de desafiar a la muerte
Mary Shelley escribió Frankenstein en un contexto marcado por la muerte y el duelo. Investigaciones biográficas señalan que la autora perdió a su madre poco después de nacer y vivió la muerte de varios de sus hijos, experiencias que marcaron profundamente su relación con la pérdida.
Académicas que han estudiado la obra desde la psicología del duelo consideran que Frankenstein es una novela sobre la naturaleza de la muerte y el proceso de duelo, más que una simple historia de terror. Victor Frankenstein intenta vencer a la muerte reuniendo partes de cadáveres y dándoles vida. Pero el resultado no es la paz, sino una cadena de pérdidas: su creación desencadena muertes, culpa y una devastadora sensación de responsabilidad.
El “monstruo” de Frankenstein también encarna la experiencia del duelo. Es un ser que nace rechazado, sin nombre ni lugar, que sufre la pérdida de algo que nunca tuvo: el amor y el reconocimiento. Algunas lecturas ven en él una figura del doliente que se siente expulsado del mundo que conocía, aislado y sin lenguaje suficiente para su dolor.
La novela insiste una y otra vez en imágenes de tumbas, cementerios y cuerpos, pero su foco no es eliminar la muerte, sino hablar de la desorganización emocional y ética que ocurre cuando intentamos negarla. Un ensayo especializado afirma que Frankenstein no idealiza la desaparición de la muerte, sino la mitigación del dolor que causa, como el que vivió tras la muerte de su madre. En otras palabras, el problema no es que la vida termine, sino qué hacemos con la ausencia que deja.
Para quienes atraviesan un duelo, la historia de Victor puede resonar en la culpa: “Si hubiera hecho algo distinto, esto no habría pasado”. La novela nos recuerda que esa culpa, aunque humana, puede volverse destructiva. El camino no está en obsesionarse con “reanimar” lo perdido, sino en aprender a relacionarnos de otro modo con el recuerdo y el amor.
Dr. Jekyll y Mr. Hyde: la muerte interior y la sombra que no queremos ver
El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson, explora de manera directa la dualidad de la naturaleza humana: la parte respetable y la parte oscura conviven en la misma persona. Críticos literarios describen la obra como un estudio de la “doble naturaleza” del ser humano y la lucha entre el bien y el mal en el interior del alma.
Dr. Jekyll intenta separar lo “bueno” de lo “malo” a través de la ciencia, creando a Mr. Hyde para descargar en él sus impulsos reprimidos. Sin embargo, Hyde termina tomando el control. Estudios recientes interpretan esta dinámica como el precio de negar una parte de uno mismo: lo que no se reconoce, vuelve con más fuerza y puede destruir la identidad anterior.
Vista desde la experiencia del duelo, la transformación Jekyll/Hyde puede simbolizar la muerte del “yo” que existía antes de la pérdida. Muchas personas se sienten irreconocibles tras la muerte de un ser querido: ya no reaccionan igual, no disfrutan lo mismo, no se reconocen en el espejo. Es como si una parte de sí hubiera muerto, y otra —más oscura, más irritable, más triste— hubiera ocupado su lugar.
La historia de Jekyll y Hyde nos recuerda que la lucha interior también forma parte del proceso de duelo. Hay días luminosos y días de rabia, momentos de aceptación y momentos de negación. El peligro no está en sentir esa oscuridad, sino en intentar ocultarla por completo, sin buscar ayuda. Reconocerla, hablarla y acompañarla puede evitar que “Hyde” tome el control de nuestra vida.
Leer monstruos para entender nuestro propio duelo
¿Por qué seguimos leyendo vampiros, criaturas y dobles malvados en pleno siglo XXI? Ensayos contemporáneos sobre literatura y muerte señalan que, en el horror y la ficción gótica, la muerte se convierte en metáfora y preguntas: nos obliga a mirar de frente lo inevitable, pero desde la seguridad de la página.
Las criaturas literarias encarnan emociones que a veces no sabemos nombrar: miedo a perder, rencor, culpa, sensación de injusticia, deseo de que nada cambie. Drácula es el temor a un duelo interminable; Frankenstein, la culpa por lo que hicimos o dejamos de hacer; Jekyll y Hyde, el conflicto entre la parte de nosotros que quiere “seguir adelante” y la que se queda atrapada en el dolor.
Al identificarnos con estos personajes, descubrimos que la lucha con la muerte y la pérdida no es solo nuestra. Otros, en otros tiempos, ya han sentido la misma angustia y han buscado darle forma a través del arte. Esto puede ser reconfortante: si hay palabras, historias y símbolos para este dolor, quizá también haya caminos para atravesarlo.
Por eso, leer estas obras puede convertirse en un ejercicio de acompañamiento silencioso. No sustituyen al abrazo ni al ritual, pero abren preguntas: ¿qué parte de mí se siente como Drácula?, ¿qué culpa arrastro como Frankenstein?, ¿qué versión de mi lucha por salir a la luz, como Jekyll? Esas preguntas pueden ser un primer paso para hablar de lo que duele.
Cuando la literatura acompaña nuestro propio final
En la vida real, cuando la muerte toca a nuestra puerta, no enfrentamos vampiros ni pociones, pero sí nos encontramos con vacíos, preguntas y duelos que parecen monstruos. En esos momentos, el acompañamiento compasivo, los rituales significativos y la escucha atenta son tan importantes como lo son los personajes secundarios que sostienen a los protagonistas en estas novelas. En Memorial San Ángel estamos contigo hasta el final, ayudándote a transformar el miedo y la soledad en un camino de despedida más humano, digno y lleno de amor.


