La comida y los recuerdos.

May 09, 2022

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La receta es un formato con una alta carga autobiográfica.

Nigella Lawson


 

Se dice que la costumbre de besar, propia de la humanidad, surgió cuando las madres ofrecían la comida a sus bebés desde sus bocas. Al nacer un hijo, la madre le alimenta como primera tarea fundamental. Y desde la antigüedad las mujeres cocinan los alimentos familiares, que en muchas sociedades los producen también.

 

La acción de alimentar a la decendencia ocurre mientras existe el vínculo con las madres por lo cual se crea un apego que surge desde el amor y sirve para dar seguridad. Se refuerza con el contacto físico y se complementa con las acciones de escuchar, atender y consolar. Así los hijos o hijas van formando y fortaleciendo su propia personalidad en un ambiente donde se sienten aceptados y reconocidos hasta que pueden funcionar en la sociedad con independencia de sus familias.

 

El amor de una madre se expresa de muchas formas, una de ellas es la preparación de la comida que además de nutrir al cuerpo, fomenta reuniones familiares, satisface los gustos y llena vacíos, no solo provenientes del hambre, sino también emocionales.

 

Se ha creado una idealización de la comida casera, pues todo lo que tocan las madres siempre sabe mejor, es lo que conocemos hoy en día como sazón, el toque personal que no existe en otra comida por buena que sea y  que se extraña en forma extraordinaria cuando no está.

 

Muchos viajeros, ya sea por placer o por necesidad de abandonar su país, afirman que la comida es lo primero que extrañan cuando se están lejos del hogar y refieren que al comer algo que les recuerde a la comida maternal o casera reduce un poco el estrés por la distancia, inclusive cuando a veces se trate solo de platos sencillos, económicos y nutritivos.

 

La escritora Mina Holland (2017) en su libro Mamá tu historia empieza en la cocina, cuenta que su cumpleaños 30 su madre le regaló una caja llena de recetas escritas a mano. Eran las que más disfrutaba en su infancia con los ingredientes, proceso de creación y la historia de cómo aquellos platillos llegaron a su vida. Por aquellos años la escritora comenzaría a viajar a causa de su trabajo y confiesa que nunca pudo reproducir una receta a la perfección, pero aceptó esa transformación, primero con dolor y luego como complemento de su historia personal que comenzaba en aquel recetario. Así experimentó el desapego que implica atreverse a probar nuevas experiencias y tener un crecimiento personal.

 

La famosa novela de Laura Esquivel (1989) Cómo agua para chocolate ha causado entre sus millones de lectores alrededor del mundo, una profunda compasión por Tita, la hija más joven de una viuda que tiene por misión no casarse para cuidar de su madre hasta su muerte. Dentro de esa “prisión” que es su hogar adquiere una gran independencia y desapego de su penoso destino al encargarse de la cocina familiar como misión y gracias a sus dones culinarios. Desde la cocina Tita, logra reconocerse a sí misma cómo es, sin que nadie ejerza control sobre ella y a las demás personas las complace con un plato diferente en cada fecha particular, anulando el sufrimiento que le provee su estricta madre y ofreciendo a los que le rodean con un gran amor.

 

La comida casera queda en los recuerdos más importantes de nuestra vida y a ella recurrimos siempre que nos hace falta nuestro hogar. Es por ello que muchas personas recuerdan a sus madres fallecidas por la comida que preparaban y tienen la sensación de volver a estar con ellas por esa recreación de las sensaciones y los recuerdos. La comida gira en torno a la memoria y al apego a las madres, en el modo en que cocinaron para nosotros y con quién compartimos esa mesa.

 

La comida evoca en nosotros un sentimiento de pertenencia a un lugar o a un grupo de personas. La comida nos da identidad. Muchas personas al morir sus madres insisten en repetir los recetarios, pero debemos tener cuidado con ese sentimiento de apego, porque la receta nunca traerá de regreso a esa madre que se fue, en cambio el amor y la dedicación con el que nos alimentaron siempre permanecerá y hará que la receta se transforme cuando la recreemos y se renueve. Cocinar para evocar a las mamás que ya no están podría considerarse un ejercicio terapéutico para el manejo del duelo.

 

Un ejemplo a la inversa, es decir, sobre la experiencia de madres que han perdido a sus hijos se encuentra en el libro coordinado por Zahara Gómez Lucini (2020) que recopiló los testimonios del colectivo Las rastreadoras de Sinaloa en el Recetario para la memoria, en el cual un grupo de madres cuyos hijos han desaparecido en México y ante la falta de apoyo de las autoridades, ellas los buscan con sus propios recursos. En este recetario evocan y reproducen las comidas que más les gustaban. El libro forma parte de la denuncia a la sociedad ante su tragedia. Fue una forma de hablar de esos hijos ausentes para no olvidarlos y de lo que disfrutaban cuando estaban a lado de sus madres.


Para estas mujeres fue una forma de vencer el miedo y hacer prevalecer su amor de madres. Han dicho que la ilusión de cocinar algo para quién se encuentra ausente, fue un ejercicio desgarrador y reparador al mismo tiempo. Son recetas sencillas, quesadillas con carne, gorditas de asiento con manteca o pizzas caseras que tienen gran significado porque siguen en su memoria y por otra parte les ayuda en el proceso del duelo a aquellas que ya han encontrado a sus hijos porque evocan estas anécdotas culinarias en sus funerales y las conducen a la aceptación.

 

En Memorial San Ángel, recordamos a las madres en los días de celebración como el 10 de mayo y durante en todo el mes de mayo, porque creemos que el amor maternal es eterno y no de una fecha específica. Recordamos con respeto a las que sufren duelos, a los hijos e hijas que pasan por este proceso complicado y les deseamos que el sufrimiento se vaya diluyendo con la evocación de los felices momentos compartidos con los seres amados. Así te recordamos que estamos contigo hasta el final.


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