“Amaré la luz porque me muestra el camino, sin embargo, voy a soportar la oscuridad porque me muestra las estrellas. ”

Anónimo

Desde el inicio de los tiempos, la luz ha sido símbolo de vida, trascendencia y esperanza. Ha guiado rituales, inspirado obras de arte, y marcado el comienzo y el fin de muchas historias humanas. En Memorial San Ángel, creemos en los significados que cruzan fronteras y generaciones. Por eso hoy exploramos cómo la luz se ha convertido en un lenguaje espiritual que nos une más allá de la vida.

La luz en las civilizaciones antiguas

Las primeras civilizaciones humanas relacionaron la luz con lo divino. Para los egipcios, el dios Ra, representado por el sol, era el dador de vida y el protector del orden cósmico. Cada amanecer era una victoria sobre el caos, una renovación de la vida.

En la mitología griega, Helios y después Apolo representaban la luz solar, la claridad del pensamiento y la verdad. Apolo no solo era dios del sol, sino también de la música y la profecía. La luz, entonces, era entendida como símbolo de conocimiento, poder espiritual y purificación.

En Mesoamérica, los mayas y aztecas también adoraban al sol como fuente de energía vital. El dios Tonatiuh, por ejemplo, requería de sacrificios humanos para mantener su curso en el cielo, lo que refleja la importancia de mantener encendida la llama del mundo.

En la espiritualidad: la luz como camino

En casi todas las religiones del mundo, la luz simboliza la presencia de lo divino:

• En el cristianismo, Cristo es llamado “la luz del mundo” (Juan 8:12), y muchas liturgias incluyen velas encendidas como símbolo del alma que sigue viva, incluso después de la muerte.
• En el budismo, la luz de las lámparas simboliza la sabiduría que disipa la oscuridad de la ignorancia. Durante el Vesak, se encienden faroles para honrar el nacimiento, iluminación y muerte del Buda.
• En el hinduismo, durante el Diwali (Festival de las Luces), se colocan lámparas de aceite que representan la victoria de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal.
• En el judaísmo, la fiesta de Janucá conmemora un milagro de luz: un candelabro que debía arder por un día y permaneció encendido por ocho.
  

En el duelo: luz como presencia que permanece

Uno de los actos más universales al despedir a alguien es encender una vela. Lo hacemos en casas, templos, funerales o ceremonias íntimas. Esta acción representa algo profundo: la creencia de que la vida continúa de otra forma, como una chispa que nunca se apaga del todo.

Encender una luz puede ser también una forma de oración, una manera de decir: "Aquí estoy contigo", aunque la persona ya no esté físicamente. Esta tradición se mantiene viva en México durante el Día de Muertos, donde las velas guían a las almas en su regreso temporal al mundo de los vivos.

La psicología ha estudiado cómo los rituales de luz ayudan en el proceso de duelo. De acuerdo con investigaciones publicadas por la American Psychological Association, los rituales simbólicos, como encender una vela, permiten procesar la pérdida y crear un espacio emocional para el recuerdo y el amor.

En la ciencia: la luz como energía vital

Más allá del simbolismo, la luz tiene efectos reales sobre la vida humana. La exposición a la luz solar estimula la producción de serotonina, un neurotransmisor que mejora el estado de ánimo. En lugares con poca luz, como durante inviernos prolongados, es común que las personas experimenten trastornos afectivos estacionales.

Además, en cuidados paliativos y diseño de espacios de despedida, como salas de velación o capillas funerarias, se ha comprobado que la luz cálida y tenue ayuda a crear una atmósfera de recogimiento y calma emocional.

La arquitectura emocional, una corriente que diseña espacios en función del bienestar, considera la luz como un elemento terapéutico. En Memorial San Ángel, cuidamos este detalle para brindar un entorno sereno, acogedor y respetuoso en cada homenaje de despedida.

La luz en el arte y la literatura

La luz ha sido una metáfora constante en la poesía, la pintura y la música. Desde los cuadros de Caravaggio, donde la luz es símbolo de revelación, hasta versos de Octavio Paz como "la luz es tiempo que piensa", los artistas han usado la luminosidad como un símbolo del alma, del conocimiento o del renacimiento.

En los epitafios antiguos, es común encontrar frases como “Partió hacia la luz” o “Ahora descansa en la luz eterna”, reforzando la idea de que la muerte no es oscuridad, sino un tránsito hacia otra forma de claridad.

Velas, faroles, estrellas: múltiples formas de una misma metáfora

Desde linternas flotantes en Asia hasta veladoras en altares mexicanos, el ser humano ha buscado formas de expresar su conexión con la luz. En muchos rituales funerarios modernos, como en memoriales nocturnos, se utilizan luces para conmemorar colectivamente, como si cada chispa representara un alma.

En eventos recientes como “Light the Night” en Estados Unidos, miles de personas caminan con faroles encendidos para honrar a seres queridos. Estas ceremonias colectivas muestran cómo, aún en la era digital, la luz sigue siendo un lenguaje simbólico que nos reconecta con lo esencial.

En Memorial San Ángel creemos que el recuerdo de quienes amamos permanece encendido. No es casual que la luz haya sido símbolo de alma, guía, consuelo y eternidad. Cuando encendemos una vela, miramos una estrella o abrimos la ventana para que entre el sol, tal vez estamos reconociendo lo mismo que supieron los antiguos: que la luz no se apaga, solo cambia de forma.

Conoce nuestras misas de luz y honra la memoria de tus seres quereridos.